"Yo soy una montaña rusa que sube que baja que ríe que calla confusa me dejo llevar". Así, de esa forma atropellada y arrolladora, sin signos de puntuación, es como se define la propia Bebe en Busco me, un tema de título portugalizante incluido en su último trabajo, el esperado Y. (y punto). Y de esa manera abrupta pero a corazón abierto, sin poses ni ropajes, sin preocuparse por los dictámenes de la Real Academia de la Lengua pero siempre en primera persona, con honda sinceridad y a borbotones, se explaya la extremeña en unas letras confesionales, emocionales y escritas desde el estómago. En este y en el resto de los temas del nuevo disco. En este sentido, muy poco ha cambiado desde que irrumpiera con la rotundidad del éxito incontestable de Malo, aun hoy su canción más conocida pero que curiosamente eludió interpretar en su concierto del viernes en la Industrial Copera. Y en realidad son bastantes e intensas las circunstancias por las que ha transitado la artista en el largo periodo de tiempo que ha transcurrido desde que publicara su Pafuera telarañas: El éxito inesperado y los focos de los medios enfatizando la sencillez de unas canciones directas con toda la sobre exposición y los peligros que ello conlleva, un necesario aunque seguramente no muy bien entendido por los negociantes tiempo de silencio para volver a ubicarse en la propia cotidianeidad, a encontrarse consigo misma, una oferta para participar en una película que nos descubrió las habilidades interpretativas que solo podían intuirse en su faceta como cantante, la maternidad… Experiencias todas ellas que parece haber asimilado estupendamente la singular Bebe. Desde luego a tenor de lo visto en su concierto granadino la naturalidad, el desparpajo y la facilidad para describir estados de ánimo en forma de canciones siguen intactas. Por eso la identificación que la mayor parte de su público siente con ellas se mantiene genuina. Bebe pone voz a un torrente de sensaciones en clave femenina y establece una conexión con su público de la que muy pocas cantantes pueden presumir. Y así se muestra sensual, voraz, dolida, melancólica, picante, animal, juguetona, coqueta y sexual, muy sexual. Para ello utiliza todo su cuerpo y especialmente esa voz medio nasal y medio áspera, que se antoja perfecta para cantar palos grandes. Y es que aunque, por poner algún pero, su repertorio abusa de esa mezcla fácil a medio camino entre la rumba y el rap libre, su voz aterciopelada y una banda de garantías comandada por el incombustible Pablo Novoa, compensa la carencia. Para contradecirme se marcó, ya en los bises, una sensacional versión en clave de tango deA quién le importa de Alaska, que la concurrencia se empeñó en acompañar limando los matices que la sicalíptica voz de Bebe pretendía imprimirle.
Fuente:Granadahoy.com
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