viernes, 2 de marzo de 2012

Concierto de Bebe. Crónica de Rolling Stone.

David Gallardo, para "Rolling Stone" y bajo el título de "Bebe se morrea con su público de Madrid" escribe :

Resumen : La compositora se pone moderna para presentar 'Un pokito de rokanrol' en la capital. Besos con lengua y arañazos en un recital arriesgado y mestizo. ¿El punto débil? Un discurso que, en ocasiones, pecaba de infantiloide. Concierto: Bebe. Joy Eslava. MadridFecha: 1 de marzo de 2012Precio: A partir de 20 euros.Asistencia: 1.000 personas (lleno)

Aceptando esa máxima que proclama que lo peor que le puede suceder a un artista es provocar la indiferencia, Bebe toma al asalto el escenario de Joy Eslava (Madrid) para presentar su tercer álbum en solitario publicado hace menos de un mes, Un pokito de rokanrol, que todo lo que no tiene de Elvis o Chuck lo tiene de riesgo, audacia, inconsciencia y rabia discotequera.
Sea como fuere, Bebe la moderna, Bebe 2.0, Bebe la inquieta rompedora, se presentó ayer en la capital ante una sala abarrotada y nada indiferente, dispuesta a jalear y desde luego con su lado de la contienda más que decidido. Suenan Busco-Me y la coreable Me fui, defendidas con sorprendente timidez por la chica de los taconazos y la melenaza.
Sin embargo, el público responde de manera óptima y ya en Con mis manos la extremeña de adopción rompe las cadenas que la atoran y empieza a enseñar las uñas y a bufar a la concurrencia. “Es que somos unos guarros y unas guarras y nos gusta que nos toqueteen y que nos quieran”, brama ante los aullidos de una mayoría femenina militante.
La infantiloide K.I.E.R.E.M.E. logra en directo un efecto similar a otra canción contemporánea vehemente denostada en internet, Every teardrop is a waterfall, de Coldplay, con todo el público, que al final es quien decide, dictando sentencia (positiva) al corear el estribillo y chocar sus rodillas en un desquiciado baile inarticulado e imposible de coreografiar.
Una de las canciones más brillantes de la nueva Bebe, ABC, arranca con una ambientación digna de Sonic Youth, y deriva rápidamente en un agresivo hiphopeo que arroja dardos cargados de verdades al centro de la diana. Entre versos como “no me acostumbro a tanta mierda en los campos, a tantos hijos de puta del bote chupando, metiendo el hocico en otro comedero mientras el suyo lo tienen entero”, son evidentes las referencias, voluntarias o no, a M.I.A., Freak Power e incluso Fuel Fandango. Por ahora el flamenco pop que la encumbró tiene que esperar, aunque también tendrá su espacio, desperdigado durante la noche.
Siempre dando caña al pop, a la electrónica orgánica, al funk, al flamenquito marca de la casa, se suceden Mi guapo, La bicha, Como los olivos y Tu silencio, ésta última con la colaboración de Markos Bayón de El Combolinga. En Sabrás desvela Bebe su lado más vulnerable con una risa floja que deriva en conato de lágrimas y algunas líneas que canta el público en solitario por incapacidad manifiesta de la sentida vocalista. Al final puede que el león, realmente, sea menos fiero de lo que lo pintan.
“¡Pero vamos a revolcarnos por el suelo!”, zanja para dejarse de emociones fuera de control y volver a la fiesta con Pa una isla, Se fue y la sentida Adiós. Para entonces ya son varios los besos con lengua que Bebe ha rifado durante la noche, para Bayón, para su guitarrista y también para una chavala del público que finalmente obtuvo mucho más de lo que solicitaba. Porque la Bebe moderna repartió besos con lengua a quien se lo reclamó. Quien no pidió, con las ganas se quedó.
Tiempo pues tras tanto lenguetazo para Yo fumo, cuando por un momento pareció que la vocalista iba a fumarse un pitillo, un porro o un billete de cien euros ante la enfervorecida concurriencia. “Fumaría pero luego irían a por mí porque me la tienen jurada”, bromea (¿o es en serio?) Bebe, antes de apostillar: “Y no estoy dispuesta a que me toquen más la naricita”.
Para dejarse de polémicas, opta por tirar de un par de pitillos eléctricos, de esos que los fumadores aceptan con resignación pecadora. De hecho, ella lo constata cuando afirma “te fumas esto con una caña y una tapa de jamón y ya te han jodido la caña”. A pesar de todo, encuentra Bebe una nueva utilidad a tales satánicos artefactos al usarlos de maracas mientras reivindica el fumeteo libre para todos. A pesar del potente sonido, la letra no pasa de broma pesada de argumentario preadolescente.
Tras la proclama fumeta llega la reivindicación lúbrica con la Bebe más obscena que quepa imaginar dando un consejo claro en Me pintaré: “Píntate los labios o príngate la boquita”. Pero, eh, el estribillo trotón y machacón pone a toda la sala a bailar por derecho mientras los más estudiosos corean aquello de “empujones, arañazos, tirones, bocaos, empujones, arañazos, tirones, bocaos”. Para quien no lo tenga claro: no hablan de una pelea.
Siete horas (con introducción cándida de Una muñequita vestida de azul) da paso a la frenética Qué carajo, de nuevo mostrando su cara más rebelde y con una base rítmica ideal para persecuciones de coches a lo French Connection. Todo gracias a una banda versátil capaz de saltar de un género a otro sin perder la sonrisa y la naturalidad, capaz de mantener una línea pop, mirando cuando es necesario al funk, al flamenco, al rock, al hip hop, al hardcore en mínimos trazos, al jazz. Mirando a la música de frente sin aspavientos y con el respeto justo para no perder las formas, arriesgando.
Porque después del éxito masivo de Pafuera telarañas (2004), Bebe evolucionó de alguna manera en Y (2009), pero con Un pokito de rokanrol (2012) ya ha perdido definitivamente cualquier tipo de respeto al qué dirán de los prejuiciosos, algo que le hace insultantemente libre. “Todo sería mejor si efectivamente nos follaran a todos”, bromea al inicio de los bises, zanjando así la polémica surgida en la presentación de sus nuevas canciones ante la prensa madrileña.
Para rematar su declaración de intenciones, hace suya la vocalista el A quien le importa de Alaska y Dinarama, en una versión tanguera interesante, si bien uno se queda con las ganas de conocer la opinión de Carlos Gardel al respecto. Avisa Bebe de que a las once tienen que abandonar el escenario porque, de lo contrario, los dueños de la sala no tendrán más remedio que echarles por la fuerza –“¡ahora todo son multas, broncas y nos dan de hostias!”-, de manera que caen Revolvió, Escuece y la noche busca su broche final con Pa mi casa.
“¡Qué seáis felices con muy poquitas cosas!”, brama Bebe desde el escenario mientras el personal baila tratando de despegar los pies de un suelo pegajoso, como a ella le gusta, por los lúbricos motivos que sean. “Cuidaros mucho mucho por favor, guapas y guapos, guapos y guapas”, sentencia emocionada, y al ritmo de los Gipsy Kings cae el telón en la sala mientras la noche se expande en las calles.
Hubo quien al abandonar la sala no pudo reprimir entonar aquello de "malo, malo, malo eres", de Malo, el éxito que más notoriedad ha otorgado nunca a la cantante. Porque Bebe, en los 135 minutos que duró el recital, no guardó un hueco para la canción. Cosas de artistas inquietos, ¿o serán ingratos? En cualquier caso, claro producto de la bipolaridad entre Bebe la moderna y Bebe la flamenquita súper ventas. Anoche, disfrutamos de la primera.


Fuente. David Gallardo, para Rolling Stone (edición digital del 2 de marzo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario