sábado, 18 de julio de 2009

Bebe, espíritu libre o alma rebelde, única y esencial


Hace cinco veranos sonaba por todos lados Malo, una canción denuncia de estribillo pegadizo que ponía en su sitio a los maltratadores y reivindicaba las voces de las mujeres oprimidas y recluídas del salón a la cocina, del baño al dormitorio. Muchos pensaron que se trataba de una canción de temporada, de la tonada ideal para ser coreada de los meses de calor, pero detrás de Malo había mucho más, un disco sorprendente, Pafuera telarañas, y la personalidad de una artista -actriz y cantante, principalmente- con una voz estimulante y sensual, de las que te levantan el ánimo o te hacen cosquillas con sus susurros, y unas letras inusuales y socialmente reivindicativas, de las que congenian con el público a partir de una serie de afinidades, ya sean sexuales, afectivas, terrenales... Han pasado cinco años desde entonces, y el cumpleaños se celebra con la esperada continuación musical de su protagonista, Bebe, que acaba de publicar, triunfar (y aplazar un concierto en Central Park) con un disco que lleva por título Y.

"Y punto" es como debe leerse, y con el mismo vuelve a plantearnos un par de incógnitas que siguen sin desvelarse desde Pafuera telarañas, si su caso es el de una cantante de espíritu libre o de alma rebelde, o tal vez de ambas cosas a la vez, si es que son compatibles y antóminos. Lo que sí tiene respuesta es la sensación de volver a estar ante una personalidad musical única y esencial, enmarañada en pensamientos y con conceptos sonoros particulares, pero de los que sale a la superficie gracias a la encontrada ternura y autenticidad de su voz. Para lograrlo, vuelve a contar con la química experimental y exquisita de la producción de Carlos Jean, tan responsable como Bebe del producto final -su nombre y el de Javier Limón son hoy día referencia absoluta en el ámbito de la producción musical; ambos han creado su marca y la han puesto al servicio de los artistas con los que, además, conectan de una manera especial-.

Había mucha expectación de cara a este nuevo trabajo de Bebe y la artista no ha sido ajena al peso de la reválida tras el estreno triunfal de su primer disco. Desde su presentación he leído diferentes referencias, todas ellas muy aceptables, sobre el resultado; en algunas se hace mención a que es un poco más de lo mismo, sin que halla que entenderlo como un demérito, y en otras -como ocurría en El País- se explicaba de forma muy explícita en qué consistía Y.: "si en Pafuera telarañas invitaba a las mujeres a tocarse, ahora prefiere que le metan mano". No creo que sea más de lo mismo, entre otras cosas porque es un disco de difícil digestión, de los que necesitas varios pases para entenderlo y apreciarlo, señal de que hay algunas apuestas imprevistas; pero sí coincido en el excesivo subrayado del aspecto autobiográfico y sensitivo de Bebe a la hora de construir las letras de sus canciones, en las que están constantemente presentes estos cinco años de ausencia musical, sus traumas, sus liberaciones, el peso de la fama, el retorno a los orígenes...

Como ocurría con Pafuera telarañas, no estamos ante un disco perfecto, con canciones sensacionales de principio a fin, pero la sensación final es más que satisfactoria y, si vamos dejando pasar el tiempo y las audiciones, el puñado de buenas canciones se irá haciendo más grande y recurrente, o si lo quieren, el puñado de canciones con momentos muy inspirados. Como canta en Pa mi casa: "No tengo miedo a que pase el tiempo, sino a que pase y se pierdan los recuerdos", y en este sentido creo que, por encima de otras apreciaciones, ha conseguido invocarnos nuevas imágenes y sensaciones capaces de ligarnos a nuevos recuerdos.

Fuente: Andaluciainformacion.es

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