La media hora de espectáculo sabe a poco para todo lo que la artista tiene que hacer, decir y cantar. "Que sepáis que estamos cachondos y muy contentos", explicita como si la euforia no fuese evidente. La extremeña por convicción baila descalza con la plasticidad de una libélula: no hay escenario que alcance a contener sus sugerentes contoneos. Bebe se empeña en transformar en acto la agresividad erótica latente en Y., determinación que la platea sentada en el piso avala con aplausos y exclamaciones.
El estilo "océanico, volcánico y eléctrico", como ella misma define entre ronroneos, contamina el ambiente del auditorio, cuyas paredes brillantes exhiben Más allá del velo, una muestra de la fotografía intimista de Olivia Arthur. La inhibición de las mujeres congeladas por la mirada y el disparo de Arthur contrasta con el exhibicionismo de Bebe, que en las 13 canciones del segundo álbum entrega otra versión de su decir franco, honestidad de la piel que es procacidad. Y provocación.
Los testigos del bautismo público de Y., que para entrar en la sala han pasado antes por la caja de la tienda (la compra del disco daba derecho a una entrada), han sido los primeros en enterarse que a partir de octubre habrá más de estos "conciertitos". "Quiero cantar en teatros para que la energía quede concentrada", ha explicado Bebe. El desahogo ha dejado cierta sensación de alergia a la multitud. Una percepción que alimenta enigmáticamente al reconocer lo mucho que ha crecido durante el último lustro y lo mucho que ha hecho por ella el aliento del mar.
Fuente: ElPaís.com
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